Schopenhauer: Aforismos sobre el arte de saber vivir
I
Los “aforismos” se abren con la siguiente cita de Chamfort: “La felicidad no es cosa fácil: es muy difícil encontrarla en nosotros, e imposible encontrarla en otra parte.”
II
Es evidente que los sabios de todos los tiempos siempre han dicho lo mismo, y que los tontos, es decir, la inmensa mayoría de todos los tiempos, siempre hicieron lo propio, esto es, lo contrario de lo que los sabios dijeron. Por eso dice Voltaire: “Dejaremos este mundo tan necio y tan malvado como lo encontramos al llegar.”
III
En el mundo no cabe otra cosa sino al elección entre soledad o vulgaridad.
IV
Semejante al gato que comienza inevitablemente a ronronear cuando se lo acaricia, también se pinta una felicidad dulzona en el rostro del hombre a quien se elogia.
V
Nuestra naturaleza animal es, en general, la base de nuestro ser y, en consecuencia, también la de nuestra felicidad. Lo esencial para nuestro bienestar será, pues, la salud, y junto a ésta los medios para nuestra conservación, es decir, unos ingresos seguros.
VI
Cada nación se burla de las otras y todas tienen razón.
VII
La soledad concede al hombre dotado de grandes cualidades intelectuales una doble ventaja: primero, le proporciona la posibilidad de estar consigo mismo; y, segundo, la de no estar con los demás.
VIII
La sociabilidad es una de las inclinaciones más peligrosas, y hasta perversas, puesto que nos pone en contacto con seres cuya inmensa mayoría es moralmente mala e intelectualmente estúpida, o se halla trastornada. El insociable es un hombre que no necesita de ellos.
IX
Pocas cosas hay que pongan a la gente de tan buen humor como que uno les cuente un suceso desdichado del que recientemente acaba de ser víctima; también cuando se les confiesa sinceramente una debilidad personal.
X
Ningún dinero perdemos con tanta ventaja como el que nos timan, pues con él, al menos, compramos nuestra prudencia futura.
XI
Cuando somos jóvenes nos figuramos que los acontecimientos y personajes importantes de nuestra vida anunciarán su aparición precedidos de trompetas y timbales; en la vejez, la visión retrospectiva nos enseña que todos ellos entraron deslizándose sigilosamente por la puerta de atrás y casi inadvertidos.
XII
Mientras somos jóvenes, dígasenos lo que se quiera, creemos que la vida va a durar siempre, y desperdiciamos el tiempo. Pero cuanto mayores somos, más económicos nos volvemos con nuestro tiempo, pues, al llegar la vejez, cada día vivido produce una sensación semejante a la que experimenta el condenado a muerte con cada paso dado hacia el cadalso.