Lo que ven los prisioneros dentro de la cueva pertenece al mundo sensible, es decir, al que percibimos por los sentidos. Éstos a veces puden hacer que nos equivoquemos y tengamos por verdad algo que no lo es.
El exterior de la cueva es el mundo inteligible, con el sol como representación del bien. Para llegar a conocer el bien hay que evolucionar desde el mundo sensible e ir más allá. Es decir, dejar las tinieblas de la ignorancia de la cueva y acostumbrarnos a la luz de la verdad.