La copa del ambar. Lucio Frizzotti
El café ha servido como fuente de inspiración para muchos escritores y músicos:
Charles Maurice de Talleyrand, político francés, decía:
“el café ha de ser negro como el diablo, caliente como el infierno y aromático como una mujer".
Voltaire, que vivió 82 años y tomaba entre 30 a 72 tazas diarias de café, manifestó:
"Claro que el café es un veneno lento, hace 40 años que lo tomo".
El escritor cubano José Marti apunta:
“El café me enardece, me alegra, es fuego suave sin llama y me acelera toda la sangre de mis venas”.
Es conocido que Honorato de Balzac no podía escribir si en su mesa faltaba una taza de café bien cargado. Su adicción al café fue notoria. Se solía acostar a las seis de la tarde, siendo despertado por una criada justo a medianoche; inmediatamente se vestía con ropas de monje (una túnica blanca de cachemira) y se ponía a escribir ininterrumpidamente de doce a dieciocho horas seguidas, siempre a mano su cafetera de porcelana. Durante todo ese tiempo no paraba de consumir taza tras taza, lo que, en su opinión, no sólo le mantenía despierto y despejado, sino que le inspiraba a escribir. Parece ser que “La Comedia Humana” (su mejor obra literaria) descansa sobre 50,000 tazas de café bien caliente. Solía recorrer la ciudad de París para encontrar el mejor producto. Antes de morir, Balzac escribió el ensayo "Los placeres y los dolores de café", donde explica los efectos que le producía:
"Este café cae en el estómago ... A partir de ese momento, todo se agita. Las ideas rápidas se ponen en marcha como los batallones de un gran ejército , ...una batalla se abre y concluye con el polvo negro".
También músicos como Mozart, que gustaba sobre todo del café con leche, lo utilizaron para componer y permanecer despiertos. Parece ser que fue compañero indispensable la noche que compuso la Obertura de la ópera de Don Giovanni, reclamando a su esposa Constance
"una jarra llena de café".
El majestuoso Beethoven antes de componer, seleccionaba pacientemente y exactamente los sesenta mejores granos por taza de café que tomaba. Desde luego un café fuerte.
La última frase de Juan Sebastián Bach en su cantata dedicada al delicioso café, dice:
“Ningún beso, ningún vino embriaga tanto como el café”.