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MÁS ALLÁ DEL DEDO ESTÁ LA LUNA

Por, Rafael Berton-Salinas (.)

Cuenta Sócrates que cierta noche, Tales de Mileto, el filósofo de las estrellas, mientras caminaba contemplando el cielo, tropezó y cayó a un pozo; una muchacha tracia que pasaba por ahí se burló de él ya que pretendía conocer lo que había en el cielo, pero no se fijaba en lo que tenía delante de sus pies. 

Esta anécdota ha servido para burlarse de las personas que viven en filosofía, de aquellos que intentan ver más allá de lo evidente o lo inmediato, de los que se animan a ir un poco más lejos.

Otros personajes famosos por andar mirando el cielo y las estrellas, muy a propósito del tiempo navideño en el que estamos sumidos, son los Reyes Magos, personajes infaltables en las reproducciones del nacimiento que se acostumbran armar por estas fechas. De ellos sabemos muy poco, la tradición popular cristiana nos dice que fueron tres: Melchor, Gaspar y Baltasar; que venían de Oriente, siguiendo una estrella, en búsqueda del rey de los judíos que había nacido en Jerusalén; al final, gracias a un sueño, lo encuentran tendido en un pesebre en Belén; cada uno le ofrece un valioso regalo: mirra, incienso y oro. Las páginas de la Biblia no dicen que fueran tres, ni que hayan sido reyes, ni tampoco magos; en ellas se hace mención a la llegada de unos Sabios de Oriente que preguntan por el rey recién nacido al que venían a adorar. Más allá de los datos precisos, sabemos que los relatos terminan contando que, felices por haber concluido el viaje encontrando al Mesías, emprenden el retorno a sus tierras, desapareciendo del horizonte de la historia judeocristiana. La figura de estos tres hombres ha dado lugar al nacimiento de numerosas tradiciones y costumbres, por ejemplo el atribuirles la tarea de la entrega de regalos a los niños que se portan bien.

La anécdota de Tales de Mileto nos invita a no detenernos en las distracciones del camino, a soñar levantando los ojos hacia un horizonte infinito, a descubrir aquello que sobrepasa lo obvio. La historia de los Reyes Magos nos habla sobre la importancia de estar atentos a los signos de los tiempos: reconocer las estrellas que nos guían hacia la verdad; de estar dispuestos a dejarlo todo cuando descubrimos el tesoro que no tiene precio; y, sobre todo, a ser capaces de mirar más allá de lo aparente, descubriendo entre los pañales y el pesebre al verdadero rey.

A nosotros nos queda no atemorizarnos por el viaje o por el peligro de caer al pozo; animarnos a llevar la mirada, y con ella las expectativas, los sueños y los deseos, lo más lejos posible; aprender a descubrir el lado positivo de la vida. Como les pasó hace dos mil años a esos Sabios de Oriente, hoy nos encontramos con una realidad no muy prometedora (un niño envuelto en pañales dentro de un pesebre); de nosotros depende quedarnos con esa imagen y ponernos a llorar por el aparente fracaso de la empresa, o por el contrario ver que más allá de lo que tenemos delante de nuestros pies se abre un mundo infinito de esperanzas. Como Tales de Mileto o como los Reyes Magos, seamos capaces de ir siempre más allá de lo evidente, de ver a Dios recostado en el pesebre y envuelto en sucios pañales.

Una última anécdota para justificar el título de esta columna: Se cuenta que Confucio solía decir que cuando el sabio señala la luna, el necio se queda mirando el dedo.