Érase un barquero muy humilde que se vio en el trance de tener que pasar de balde a un estudiante universitario (se supone que de Salamanca) de una a otra margen del río.
Porfiaron hasta llegar al acuerdo de que el viaje sería gratis si el estudiante le dijera al barquero tres verdades que le pudieran ser útiles. El avispado estudiante le espetó estas tres verdades después de haber sido transportado a la otra orilla:
“Pan duro, duro, más vale duro que ninguno;
Zapato malo, malo, más vale en el pie que no en la mano;
si a todos les pasas como a mí, dime, barquero ¿qué haces aquí?”.